concedió la prepotencia mal aprendida, con anteojos oscuros en una calle sin tiempo. Perdida en viejas revistas de espera y ya sin saliva, la hendidura. Contrajo deudas cultivando las formas, entre soportes rosados y sin escatimar le peleó el precio, y al destino le compró de más.
No se esperaba otra cosa, y ahí anda. Firmando conformidades, corrigiendo trayectorias con precisión, siguiendo señales en el tendido eléctrico, tomando pedidos. Esperando que se acabe.