Enrico se mostró preocupado, porque no llegaba el lunch. Todo era un desorden de antónimos y gerundios marchitados. Fue cuando llegó Cortés y las penumbras retornaron a los rincones sombríos. Ganó espacio la luz de neón de una era de perplejos reflejos del pasado, que mueren al fin en la otredad de un recoveco perfilado como marcador derecho.
Desciende de un complejísimo sistema de procedimientos inútiles pero protectores para hablar con la gente. Descubre que no hay nada de entusiasmo en el ataviado candidato y se enfurece. Retuerce sus núcleos glándulares y sale a la marcha con un carro espumante y casi épico. Pero nada ni nadie lo espera y eso cuesta caro. Retrocede y muere sin orgullo.
Por otro lado, hay un encuentro. En una hoguera arden nuestros deseos- le dice, excitado y vacuo de estilo narrativo. -arreglaré todos los asuntos que nos separen, por las destapadas cañerías del corazón fluirá nuestro amor. Sublime deseo carente de recursos pero con toda honestidad y tanta franqueza nauseabunda como puede conceptualizar un alma rica en lípidos y una activa flora estomacal.
Por último, una tarde de extrema humedad. Nubes, densas nubes a la altura del aparato respiratorio y encierro. El tiempo se estira, se transforma en una sustancia babosa y sin forma. Todo se impregna. Todo contacto se resume al asco. Colonicemos otro planeta.
miércoles, mayo 02, 2007
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se vieron por casualidad
- y quien lo dice, el reserva moral de la nación - "la" reserva - matate, tinaja de roble! - débil hepático! pasaron 3 horas así
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