esfuerzo realizado por el heterogeneo grupo de la Universidad Politécnica de VanBerzaq, tradicionalmente reconocida por sus aportes al estudio de la antropología oscurantista de las poblaciones de Pemba y Zanzibar, islas ubicadas en el litoral de Tanzania. Al igual que en aquellas epopeyas cientificistas, cargadas de estudios de campo e infinitas tabulaciones (veinte años de recolección de datos obligaron a la creación de un complejísimo sistema de codificación y análisis) con resultados sorprendentes para la época y el buen gusto (era díficil para los públicos de aquellos tiempos comprender que en algunas tribus contabilizaban el espacio transcurrido y el tiempo por recorrer, no el vivido; o las innovadoras formas de pago que instrumentaba la economía del mercado de Chwaka, que consistía en distintos elementos trocables, como cuero de carpincho y teletubies o cabezas de investigadores sociales Holandeses); se emprendían ahora, en plena modernidad gobernada por la técnica y la escuela de edificación de Gotland a tamañan aventura de resolver una simple pero trascendental pregunta: ¿Cómo llegó a ser el oro, el metal precioso más valorado en todo el mundo?
Innumerables preguntas y eternas historias se tejerían desde ese simple interrogante, no por no haber respuestas previas, sino porque ninguna de estas (y todas en su conjunto) no alcanzaban a explicar la razón por la que culturas tan disímiles alrededor del globo sumían sus más sublimes fantasías alrededor del dorado metal.
Innumerables preguntas y eternas historias se tejerían desde ese simple interrogante, no por no haber respuestas previas, sino porque ninguna de estas (y todas en su conjunto) no alcanzaban a explicar la razón por la que culturas tan disímiles alrededor del globo sumían sus más sublimes fantasías alrededor del dorado metal.
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