viernes, mayo 02, 2008

Prólogo, por el retrato. II

Efectivamente, estaba obligado a despedirlo inmediatamente, no sin asco. Sin embargo, había algo en este timorato aficionado a los compendios básicos que no había encontrado en todos los previos profesionales: se había realmente esforzado. Teniendo en cuenta sus posibilidades reales, había algún rasgo de autenticidad en su ánimo, totalmente ausente en los precedentes. Encandilado quizás por la remota posibilidad de encontrarme ante un hombre sin talento pero justo, decidí enfrentar su carácter a una última y redentora prueba.
Le ofrecí mantener su firma como autor del libro.
Un gesto de confusión se dibujó en su cara, como un rayo de vergüenza por su mancillado orgullo le brilló desde su fruncido ceño. Se negó rotundamente a apropiarse ilegítimamente de la historia.
Alegría. Encontré una persona auténtica.
“Eres un hombre digno. Trabajaremos juntos.” Le consentí.
Dejé que terminara el relato para luego reescribirlo, pulirlo, enaltecerlo, pero sin determinar cuáles son los pasajes que corresponden a uno u otro. Borré casi todas las huellas de delataban el cambio de estilo, sólo admití algunas pocas, que me resultaron de cierta fértil gracia. Evidentemente, unos pocos podrán identificar estas licencias.

1 comentario:

Fasmid dijo...

Una cosa acá, me dio.

se vieron por casualidad

- y quien lo dice, el reserva moral de la nación - "la" reserva - matate, tinaja de roble! - débil hepático! pasaron 3 horas así

otoño

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