Al joven alumno de abogacía le gratificaba expresar su inconsistencia ciudadana. Reconfortado de vivir en épocas sin ideales, ni dioses, vivía el orgullo de la mediocridad. Comprar cada día y venderse noche a noche. Simple. Sin embargo, se encontró cierto día con cierto tipo que parecía desvariar y descolocado lo siguió. La curiosidad le dilató el esfínter y ya nada fue igual.
El lado oscuro se ganó una nueva criatura. El rumano Gustav Aztorzyck, campesino de alta montaña, un día bajó al pueblo y dijo:
Escribía un castigado Manolo Galván: “de pronto me encuentro en la imperiosa necesidad de urgar en mi mente, la búsqueda de la expresión, fermentando vínculos neuronales, sin voluntades, sin precisiones, sin talento, sin inspiración… la frustración desinente…”
...Una mente de ferias y diligencias se asomó al balcón de los heroicos obtusos, mientras la fregona segregante buscaba algún jarabe para bajar la fiebre.
“Fue con el ingeniero Ricaverga, recordaba Enilasio, que recorrimos kilómetros y kilómetros de monte, allá por el 58, hasta llegar a un pueblo (se cree que es Indio Muerto), y ahí al dispensario de
2 comentarios:
Dicen que el ing.Ricaverga se enhebraba al licenciado Bordenave. Dicen. Y que Indio Muerto no era un pueblo. Era la concupiscencia del lic.
Pero pueden ser habladurías...
¿pero desde cuando con chismes de poca monta...?
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