En su honor dijo Ambar Piedrabuena, el primer intelectual travesti de la zona norte: "Mientras duró su mandato, transformó su negro destino en una sonrisa comprada en una publicidad de Kolinos."
Hoy, una década después de su gesta, cuando su cuarto de hora de fama hace rato desembocó en un ostracismo que, cual condena mítica, borró hasta su nombre real, lo recordamos y nos preguntamos por él: ¿cuál será su nick en messenger?, ¿reenviará las cadenas de mails contra el gobierno o apoyando al campo?, ¿habrá saldado su deuda con el sistema valot?, ¿habrá comprado en estos años algún traje nuevo, cruzado y que le siente bien?
Como vil trofeo del saqueo, la puerta de algunos baños de los impertinentes, amantes del odio y del pasado, aún ostentan este cartel, cobardemente sustraído de las épocas más higiénicas que haya conocido la noble casa altos estudios de Balcarce. Como una vuelta contradictoria de los discursos, aquí tomamos una imagen clandestina para homenajearlo, porque como todos saben, el señor Figueredo (si es que ese era su verdadero apellido) era muy bien educado, de buena familia y nunca olvidaba decir gracias.
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